Una factura pendiente de cobro.
-Pipo, si quieres yo puedo quemarlo fácilmente, tú sabes que los marinos no pueden vincularse con cubanos en el exterior y mucho peor con tus antecedentes. Me dijo en una de las llamadas telefónicas realizadas a La Habana sorteando todo tipo de dificultades, burlar el cerco que me tendieron no resultó muy sencillo. Tuve que marcar fechas y números telefónicos en dos almanaques similares, luego enviarles uno a la capital. Unas veces lograba hablar con ellos desde Alamar, otras desde Santos Suarez y por último, usando un teléfono de los vecinos de mi madre en Luyanó. Para no abusar de la confianza de esas personas, yo los conectaba con sus familiares en Estados Unidos. Fue en esa época donde no existían llamadas directas desde la Yuma a la isla y yo pagaba un servicio de Three Way. Desde Canadá teníamos comunicación directa vía satélite y al instante esas personas sabían de los suyos, favor con favor se paga, siempre he pensado. Para esas fechas el precio del minuto a Cuba superaba los $3.00 dólares, así que ya pueden imaginar en los gastos incurridos. No hay un solo cubano separado de su familia que se satisfaga con una llamada de cinco minutos, todas sobrepasaron los diez y nunca protesté.
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