
--''Por aquellos años 30, hasta los 50 --dijérase mejor desde el nacimiento de la República-- el cubano era un personaje de ``pelarse'' cada 15 días y de exhibir brillantes zapatos'--
Y aquí como todos los sábados... Usted es viejo, pero viejo de verdad, si recuerda cómo hablaban los barberos de mi tierra... ¿Por qué hablaban tanto nuestros barberos?... ¿Acaso porque seguían la costumbre establecida desde la antigüedad más remota cuando ya en Grecia y Roma las barberías eran salas de tertulia adonde acudían los que le gustaba hablar de cosas de actualidad?... En las barberías cubanas no faltaba el tablero y las fichas ''para jugar a las damas'', las revistas que leían los aprovechados, el periódico para ver la lista de la lotería o el resultado de la pelota; y no faltaba el que pedía prestado un peine y un poquito de vaselina para peinarse... Los había que iban más lejos, pidiendo ''un recortico'' y, socio, ya nos veremos el día 15 cuando yo cobre... Usted es viejo, pero viejo de verdad, si recuerda que solíamos decir ``voy a pelarme''... En realidad, lo pelan a uno... Quedaba constancia de aquella pulcritud del criollo de otros tiempos en la cara limpia, bien afeitada, en el pañuelo con mucha colonia... Cuando no había presupuesto para Guerlain, se recurría a la de Crusellas, que era más barata, pero olía muy bien... El pañuelo blanco quedaba impregnado del perfume... Creía el cubano un deber practicar la galantería... El caballero se conocía al dejar pasar a una dama y correr la silla ante la mesa del restaurante para que ella se sentara primero... El cubano presumía de sus condiciones de hombre bien educado...El barbero amigo trabajaba sobre sus cabellos dos veces al mes... No había necesidad de pregonarlo: el tipo de aquellos tiempos, ahora viejo, pero viejo de verdad, hubiera rechazado las melenas, los aretes y las barbas.
Leer más: Los cubanos, el aseo y los barberos

¡No lo salva ni el médico chino!. Son pocos los que conocen el origen de la frase A ese no lo salva ni el médico chino, muy popular entre los cubanos. La frase se refiere a la excelencia de un supuesto doctor de China que residió en La Habana, famoso porque salvó a muchos que estaban ya con los pies apuntando al otro barrio. Hay quienes piensan que el asiático al que se le atribuyen dotes excepcionales no existió, y que forma parte del imaginario popular. Pero el hombre pertenece al mundo de lo real. Se llamaba Chang Bom Biem y fue una eminencia médica.
Chang llegó a Cuba a finales del siglo XIX, como parte de la oleada de inmigrantes chinos traídos a la Isla bajo contrato. En realidad se trataba de una forma encubierta de esclavitud.
Leer más: El médico chino