
Los paladares se traducen como un nuevo tipo de negocio hostelero basado en un restaurante que se monta en una casa particular y que no puede servir a más de doce comensales y no pueden incluir en su carta ni ternera, ni langosta ni gambas, aunque la realidad no es la misma. Tolerados por el Gobierno cubano desde 1995, momento en el que el hambre azotaba la isla, con su aparición el panorama hostelero habanero ha mejorado considerablemente.
Algunos de estos restaurantes privados tienen tanta calidad como personalidad en sus platos y, sobre todo, en el servicio. A pesar de las restricciones a las que están sometidos, no es de extrañar que se trate de comer en uno y que se le ofrezca langosta o gambas e, incluso, se le invite a pasar a un patio interior en el que hay capacidad para más de 12 personas.
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Si hay un estilo que predomina y salpica sin descanso todo el país, ése es el Colonial, que contempla obras construidas durante la época de colonización y dominio españoles, entre los siglos XVI y XIX. Trinidad, Camagüey, Cienfuegos y Santiago de Cuba son algunos de los mejores exponentes de este estilo… pero si hay una ciudad por excelencia que representa este movimiento arquitectónico es La Habana. Majestuosa y, sencillamente, única. Columnas, arcadas y bóvedas son algunas de las señas de identidad del estilo colonial, que tiene en la solemnidad y la opulencia dos de sus referentes inequívocos.
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