
La mordida”, el encuentro con el Secretario,- hoy asesinado -, y la pregunta tendenciosa.
He contado en dos artículos anteriores; “Mojado al revés” y “Saber llegar”, los eventos que me llevaron a ir a trabajar a México en el año 2007. Repasar los momentos que viví en los primeros días en que llegué a Ciudad Victoria, Tamaulipas es desde todo punto de vista desventurado si pensamos que mirar al pasado es siempre desalentador. Pero aquí estamos.
El encuentro con los funcionarios mexicanos del inmigración de una parte y de la otra los de la Secretaria de Salud, significó un tira y encoge en el cual me encontraba en medio y no sabía hasta donde alcanzaría aquello. El asunto era el siguiente: la Secretaria de Salud , en atención a los intereses del Centro Oncológico del Estado, se sentían apremiados en buscar la manera de contratarme considerando que el Especialista que tenían había expresado su intención de ir a trabajar a otra ciudad. Ese era el motivo por el cual los interesados habían contactado a los funcionarios del gobierno del Estado para que se apresurara mi ingreso a México y se condujeran gestiones para que se me contratara y comenzara a trabajar lo antes posible.
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El olor del potaje de chícharos, con chorizo español, y de la merluza dorándose en plena sartén, salía por la ventana de la cocina de la vecina y era casi un sabotaje a mis tripas, pegadas al espinazo. Estela, era una negra color aceitunado con más arrugas que pelos en la cabeza, que se jactaba de sus conocimientos frente a la cocina Piker, y bastaba con que uno dijera con cara de hambriento: ¡que ricos olores vienen de esa casa!, para que a ella se le iluminara el rostro y empezara con esa sonrisita de mamita yo no fui el que le metí el dedo a la sopa. Después, casi siempre recibía mi recompensa: un plato de chícharos con papas y sabor a chorizo (porque de chorizo nada) o un buen majarete o un arroz con sorpresas, como yo le bauticé aquel arroz con vegetales y cierto sabor a pollo, proveniente de una pastilla de concentrados Maggi, de las que se compran en la shopping para luego engañar al paladar y creer que se está comiendo jamón, pollo o carne, aunque en la práctica sólo sea pura ilusión.
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