
Otro septiembre, otro curso escolar con nuevas ilusiones y dos historias muy distintas en un mismo lugar: Cuba.
Mauro.
Suena el despertador digital de su mesilla de noche y la luz del sol se asoma entre las perfectas cortinas de su habitación. Su madre, ama de casa y fotógrafa por afición le pone el nutritivo desayuno en la mesa: cereales, leche, tostadas y mantequillas acompañaran a Mauro en su ajetreado primer día de escuela. El uniforme nuevo, mochila y tenis de marca están preparados para emprender la marcha junto al niño que juega entretenido con su celular mientras espera que su padre saque el carro del garaje. La escuela reluce y aguarda con impaciencia que los estudiantes lleguen. Los maestros esperan en sus aulas para recibir y dar la bienvenida a todos. Así es el primer día de escuela en el reparto residencial de Miramar. Lleno de embajadas, extranjeros y cubanos afortunados.
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Este relato que les mando, es dedicado a una persona que hace un año pasó a mejor vida, una persona excepcional y también a todas esas personas que tantas veces nos hacen entender que no se puede vivir ni cerrado, ni enfadado con el mundo. Me decía mi querido amigo, la vida se debe enfrentar, pero no a piñazos.
Para ti, este humilde homenaje con todo el corazón.
Besos, Mirtha.
“…Menos mal que en Cuba todo es gratis, pecado que nada funciona, pregunto a veces si es mejor vivir así ò percibir un salario ecuo y pagar las tasas, a lo mejor esto haría que la gente se diera cuenta de cuanto vale su misma vida, y empezara de una vez por toda a desenfatar esta imagen tan endiosada que tiene de este sistema tan aberrante.
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