
Vivíamos en una burbuja. En un aislamiento único. A pesar de las maravillas de la técnica, en Cuba seguíamos parados en seco. Ni pa’ trás ni pa’ alante…
Pero ¿qué pasa cuando abrimos los ojos, o mejor dicho cuando nos abren los ojos la dura y distinta realidad de los países que nos acogen? Na´ nos adaptamos a las mil maravillas, porque como se dice en Cuba: ¡A lo bueno no hay que acostumbrarse!
Pero no es menos cierto que arrastramos algo que nos retiene en el pasado, en el pasado del que siempre quisimos huir y que ahora hacemos presente mediante costumbres que extrapolamos al nuevo medio… y que a veces son vistas aquí como malas o insanas costumbres traídas de un país bárbaro llamado Cuba. ¿No me creen? Ahí les pongo unos ejemplos:
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Dado el número creciente de admiradores del sistema cubano en todo el mundo y la ceguera política de aquellos malos cubanos que dentro de su país no alcanzan a ver la gran crisis de valores en que vive el mundo occidental, se me ha ocurrido la solución perfecta para una y otra parte. Propongo crear una sociedad intercambiadora de sueños.
Bajo este principio, cambiaríamos cada cubano descontento dentro de la isla (uno por uno) por aquellos que viven en España descontentos por no tener las ventajas de vivir en el Caribe. (No es que discrimine otras nacionalidades, pero así nos quitamos de arriba los problemas del aprendizaje de nuevos idiomas que tan difícil puede ser pasado los 30).
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