Una vez más me sumé al fluido metálico de las arterias de la ciudad, esta vez de circulación vertiginosa y espaciada… definitivamente no me gusta manejar de noche, mucho menos para coger carretera; mi visión deficiente es un problema aún con la corrección adicionada y, por otra parte, mi sentido arritmico de la velocidad hace que, si no tengo algun “guia” delante, alcance velocidades poco aconsejables… en las carreteras conocidas esto no es tanto problema pues se conoce cada vericueto y recurva pero en terreno nuevo uno respira esa espectativa tan parecida al miedo o recelo de verse envuelto en un accidente, a ser golpeado, a despertar adolorido en un hospital o, con mas suerte, no despertar. En el día, con tráfico a ambos lados he pensado muchas veces en esto, la gente va a setenta, ochenta millas por hora, un estornudo puede ser fatal; sin embargo es de noche, solo en la carretera, cuando me vienen a la mente los pensamientos más trágicos y hasta hago un recuento de las pertenencias que llevo conmigo como tratando de ver qué concluciones sacaría un policia cuando me viera, ya inservible encerrado en el cascarón torcido del carro igual de inutil… veria la chapa de La Florida, quizas algunas escultura o carpeta de dibujo en el maletero, algun libro contra el parabrisas trasero, mapas de todos los estados de la costa este, la cámara fotográfica en el portaguantes y decenas de recibos de gasolina…
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