
“Creo que pueda interesarte”, fue el mensaje que me envió Barbarito desde España. Muy corto, parco, escueto, vago, ausente de andamiajes que siempre apuntalan sus historias y cimientan su alegría. Luego de su firma aparecía una dirección a secas, imaginé un estado anímico poco común en él y quise averiguar la razón.
“Los muertos de Castro” se abrió en mi pequeña ventana y permanecí inmóvil durante el transcurso de su duración. Hubiera deseado tener el alma lastrada de arrabio, hundida fuera de mí y que el cuerpo viajara como otras veces, a la deriva, divorciado de mi mente, frío, indiferente. Pero desgraciadamente no es así, siento que estoy vivo y se me inflaman las arterias, puedo hablar, pensar, y mover aún las teclas.
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Hambre, robo, miedos y otras pendejadas.
Nos dijeron en las clases de Oceanografía que mientras más azul fuera el mar, con esa misma intensidad seria más desértico.
Hambre existe en el mundo entero y sus causas pueden ser variadas. Pude verla en primera persona durante nuestros viajes y no necesito que alguien me lo recuerde. En Cuba, teniendo el estómago pegado al espinazo, siempre buscaban el ejemplo adecuado para mitigar tu ansiedad. Se pasa más hambre en Haití, mueren niños en Etiopia, Bangladesh es el país más pobre del mundo. Siempre aparecía el espejo donde debíamos mirarnos para calmar la intranquilidad de nuestros jugos gástricos y yo solo tenía una respuesta. ¡Qué coño me interesan esos países, yo vivo aquí!
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