
CAPITULO 2
Ruedan los carros de manera esporádica por la avenida asfaltada; unos muchachos gritan y se escuchan los pasos apresurados de alguien, el estallido de vidrios al romperse y una risa colectiva.
El auto se detiene frente a la casa marcada con el número dos, cercada con muros de hormigón unidos entre sí por ladrillos revestidos. El conductor del vehículo, un hombre de calvicie pronunciada aunque relativamente joven, queda unos segundos pensativo frente al timón. Cuando baja, observa un breve tiempo hacia el interior y antes de dar la espalda apaga el radio.
En la acera, se mantiene detenido, como dudoso de entrar por la verja de hierro que lo conducirá a lo largo de un pasillo de cemento hasta el amplio portal iluminado con lámparas fluorescentes circulares. Al fin echa a andar y abre el candado que mantiene unidas dos puertas de hierro más amplias, vuelve a ascender al automóvil y luego de maniobrar de manera diestra lo conduce hasta el garaje.
Leer más: Capítulo 2

CAPITULO 3
A lo lejos se escucha el estrépito de unos vidrios rotos y acto seguido unos pitazos que llenan la noche. Cándida introduce la llave en la cerradura y empuja con el hombro la pesada puerta. Sus padres quedan mudos y Hermelinda remeda la señal de la cruz.
Trinidad se pone de pie y la interroga. Quiénes la trajeron hasta la casa. Por qué ha venido tan tarde. Si no escuchó cómo la policía perseguía a alguien. No debía continuar saliendo en horas de la noche. Era peligroso para una muchacha de su edad, sobre todo por el tipo de ropas que vestía y las prendas.
-No me fastidies, mami -contestó la muchacha de malhumor y abandonó la habitación, dejando al padre con la intención de dirigirle la palabra.
Entró a su cuarto. Después de mirar debajo de la cama, cerró la puerta. Las luces inundaban la habitación y a pesar de eso sentía miedo. Todavía el corazón le latía apresurado, y recordaba la acción del hombre que, con la mirada de rabia, había roto la botella para amedrentar a sus atacantes. No volvería jamás a aquel lugar, ni aunque la invitara a bailar un hombre como el profesor de natación.
Leer más: Capítulo 3