Todavía parece que baja por la calle Martí, con su paso mesurado, el traje blanco de dril, las botas como espejos. Un hombre alto, elegante y con una mirada que anunciaba su gusto por la abogacía y por la música, en especial.
Así vivió Palma Soriano a Alejandro García Caturla. Muy conocido en su andar por las muchachas que disfrutaban, desde la otra acera, su fuerza varonil, mas algunas ignoraban que se trataba del recién asignado Juez de la Ciudad, un joven que llegó a tierras del Cauto, en 1935, proveniente de su natal Remedios, Villa Clara.
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