
De cuando el minué se fue de tumba
Esta es un poco la historia de una agrupación santiaguera que ha protegido una tradición por más de 140 años, recientemente declarada por la UNESCO Patrimonio Intangible de la Humanidad.
"José Rufino Benet tenía diez años cuando Antonio Maceo se lo encontró tomando agua a la orilla de un río. El General lo vio solo y le propuso ser su ayudante. El niño le dijo que sí. Fue su asistente personal durante la Primera Guerra. Regresó a casa con 20 años. Luego se casó con Nemencia Danger, que había nacido en el campo, pero que no fue esclava porque el padre compró su libertad estando en el vientre de su madre. Cuando la conoció ella bailaba ya en la Tumba Francesa. Esa era mi bisabuela. Murió de 115 años en 1964.
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Nace otra ciudad en las noches de los fines de semana. Rostros juveniles, tan extraños como comunes, la poseen y reinventan a través de las denominadas tribus urbanas, un fenómeno mundial que atraviesa también Cuba. Apacibles parques de día, grito vivo de gente al anochecer.
Unos 700 metros de la Calle G, una de las principales avenidas de La Habana, representa el lugar emblemático y de encuentro de estas redes informales. A decir del sociólogo francés Michel Maffesoli, se trata de grupos de entre 12 y 20 años que cubren las ciudades, recuperan las relaciones humanas y erigen sus normas propias.
En Cuba, el consumo cultural distingue a las principales tribus por su música: los rockeros, divididos en metaleros, punkis, nuevos metaleros, hippies y friques; los "emos", incondicionales del subgénero del rock emocional; los "mikis", volcados en la electroacústica, disco y trova; y los "reparteros", seguidores del reggaetón, hip hop, rap o timba.
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