La capital de Cuba habita doblemente en el imaginario de los cubanos: la sombra de lo que fue la Habana señorial en la isla y la Habana trasplantada que se asentó en Miami desde el triunfo de la revolución castrista en 1959. Así fue cómo el corazón de la diáspora comenzó a palpitar en la Calle Ocho, verdadero símbolo del exilio cubano.
Mientras en Cuba apenas nadie salió a festejar o llorar la muerte de Fidel Castro tras el anuncio televisado que hizo su hermano Raúl al filo de la madrugada, a noventa millas del Estrecho de la Florida la noticia recorrió los barrios y la gente se echó a la calle para al fin celebrar la muerte del anciano dictador.
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